Era la segunda llamada que recibía ese día
-"Por favor con el señor Oliver"
-Sí, habla con él Es una llamada del banco donde actualmente paga un crédito
-Señor, le comunicamos que gracias al buen manejo que ha hecho usted de su crédito, el banco le acaba de preaprobar una tarjeta de crédito...
-Pare ahí caballero, la semana pasada me llamaron a lo mismo y ya les explique las razones por las que no deseo tomar esa tarjeta.
Fin de la comunicación.
La decisión de aceptar o no una nueva tarjeta de crédito depende de cada persona, pero nunca sobra un consejo de más para el buen manejo de las deudas. En mi caso, lo mejor que me han dicho es que no sobrepase mi tenencia de tarjetas, mejor dicho, una o dos máximo.
Algunos pasan ésta como la última recomendación. A partir de allí hay que hacer un constante ejercicio de economía de bolsillo y captar algunas ideas que pueden ser muy buenas. Entre varias lecturas encontré un tip como el siguiente:
"Si usted ha sido un cliente que paga sus cuentas de forma consistente, llame a su compañía de tarjeta de crédito y solicite que le reduzcan la tasa de interés o que le eliminen otros cargos que requiere la tarjeta". Quisiera probarlo, sé de clientes de bancos que han logrado importantes modificaciones en las condiciones de su crédito haciendo uso de magníficas gestiones, sin palancas y sin amigos adentro de entidad. Lo cierto es que la flexibilidad de los bancos para mantener a sus clientes es más grande de lo que el ciudadano del común se puede imaginar.
Otra idea que me gustó y que he aplicado es romper la tarjeta de crédito. Ello es más que necesario cuando pasan más de tres meses sin que se pueda cancelar el saldo completo.
Por último, aunque no es tan simple, se deben evitar al máximo los avances o anticipos en efectivo, más aún si no está bien informado de los cargos e intereses que ello le generan.
Estas son algunas recomendaciones que no requieren llamar al contador y que son tan efectivas como tener uno de cabecera.
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